Sin vida, desplegada
Un
aguijón sobre su pecho
Cicuta
descubierta en su devenir
Un
somnoliento rayo, tiznado de cenizas
Unas
teselas de multiformes fallas
Conforman
el lienzo que te acoge, plena
Descarnado
éxodo al longevo valle triste.
No, no
me arredro ante la ballesta azabache
La
semicircular figura, imperioso emético
Pronto
antes termina, rueden cuellos
Tú,
mereces el descalabro de mi lance
Tú
desplegada cuan lienzo sin pátina
Recorrí
el desierto de las palomas hirientes
Bajo
graznidos de gárgolas catedralicias
Vestal,
inmolada en el equinoccio de tu vida
Subterfugios
obraron la maquinaria de tu fragilidad
Para
desarmarte de nuestros secretos,
Aquellos
lúbricos desgastes de fiereza propios
No
rindas tu vida, por vacuas cortinas de humareda.
Aún no
perteneces al escorpio, mujer, aún me deseas.
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